La lectura de un manuscrito, de un papiro, de cualquier texto antiguo, supone un retroceso en el tiempo. Esta afirmación, hecha desde el punto de vista de la
comunicación, es verdad.
Nuestro emisor hace centurias que envió su mensaje, palabras escritas que al ser leídas hoy se transforman, sobrepasan la sencillez de la tinta y el papel, para convertirse en el vehículo de aquello que su autor nos quiso legar. La temática es casi infinita, desde mundanas listas de la lavandería hasta cartas de amor, desde listados de negocios hasta textos religiosos dirigidos al Altísimo.
Decíamos que la lectura de un manuscrito es un retroceso en el tiempo. Fijado sobre pergamino, papel o papiro, en impecable caligrafía y decorado con hermosas pinturas y dibujos, el manuscrito ha mantenido su esplendor durante siglos. El contenido del mensaje es la información que transmite el autor desde el pasado. La composición del texto, la edición de esa información, el espacio destinado a la tinta en el papel en blanco, la composición de ese espacio en párrafos, la estructura y la caligrafía empleada en las palabras, el tamaño de las letras, la decoración y los dibujos que acompañan al escrito.
Todas estas consideraciones, y algunas más, son las que nos dan la magnitud del artista, del escriba, que elaboró ese manuscrito. El contenido del mensaje, para ser entendido en toda su dimensión, requiere de un arduo estudio. La evolución del idioma (o la desaparición del mismo) nos obliga a buscar expertos que traduzcan el mensaje y que interpreten su contenido para dar una versión actual del mismo. Grande es el repertorio filológico que han de dominar: abreviaturas, arcaísmos, expresiones desaparecidas... Nuestra intención como editores no se limita a reproducir el original en copia facsímil para que disfrute usted de una réplica exacta del único original, o el mejor, original que existe. Pretendemos algo más, pretendemos que disponga de toda la información que los especialistas han obtenido del mismo y para eso le damos otro libro, el libro de estudios, que contiene todas las herramientas necesarias para comprender el mensaje que emitió su autor hace siglos.
Disfrute de la belleza del facsímil y descifre su contenido con el libro de estudios.
Permítame, amable lector, una reflexión personal sobre la era digital en que vivimos. Con el libro electrónico y los contenidos de las páginas web todo el diseño del texto se limita a usar tres tipos de fuentes y a colocar unas imágenes y un color.
Con ello se pierde toda la estética de las magníficas ediciones impresas en las que editores, diseñadores, maquetistas, ortotipógrafos y correctores de estilo ponen manos a la obra toda su experiencia para hacer del libro no sólo una fuente de conocimiento, sino un objeto bello que merece disfrutarse una y otra vez.
Jordi Virgili